La
sordera es la dificultad o la imposibilidad de usar el sentido del oído debido
a una pérdida de la capacidad auditiva parcial (hipoacusia) o total (cofosis),
y unilateral o bilateral. Así pues, una persona sorda será incapaz o tendrá
problemas para escuchar. Ésta puede ser un rasgo hereditario o puede ser
consecuencia de una enfermedad, traumatismo, exposición a largo plazo al ruido,
o medicamentos agresivos para el nervio auditivo.
La
sordera se puede definir como el impedimento auditivo tan severo que le impide
al niño/a procesar información lingüística a través de la audición con o sin
instrumentos amplificadores. Según la Conferencia de ejecutivos de la Escuela
Americana de Sordos reside en la capacidad para interpretar el lenguaje hablado
mediante el oído.
Desde
el punto de vista educativo, el/la niño/a sordo/a es aquél cuyo déficit
auditivo es lo suficientemente severo como para que no pueda beneficiarse
completamente de los recursos que normalmente ofrece el aula ordinaria (Jonson
y col).
La
discapacidad auditiva se puede definir como aquel trastorno sensorial
caracterizado por la pérdida de la capacidad de percepción de las formas
acústicas, producida ya sea por una alteración del órgano de la audición o bien
de la vía auditiva. (Ríos, 2001).
La
Conferencia Ejecutiva de la Escuela Americana para los sordos, en 1974, desarrolla
una definición con orientación educativa (Winzer, 1993 citado por González,
1995), ya que hacía referencia al término de sordo como la incapacidad auditiva
que le imposibilitaba para procesar información a través del oído, como el
sujeto que presenta un resto auditivo, que con el uso de ayuda auditiva, puede
ser capaz de procesar información lingüística a través de la audición.
La
Organización Mundial de la Salud (OMS) define "sordo" como toda
persona cuya agudeza auditiva le impide aprender su propia lengua, seguir con
aprovechamiento las enseñanzas básicas y participar en las actividades normales
de su edad. Su audición no es funcional para la vida cotidiana.
La
sordera es una disfunción auditiva, la cual es tan severa que la persona tiene
incapacidad para procesar la información lingüística a través de la audición.
La discapacidad auditiva, en algún grado, afecta la capacidad para la
recepción, la asociación y comprensión de los sonidos tanto del medio ambiente,
como los que componen un sistema de comunicación auditivo-vocal, como es el
idioma.
En
la mayoría de las ocasiones, cuando se habla de sordera, gran parte de la
sociedad se hace una idea equivocada; muchos piensan que la sordera no tiene
matices, es decir, muchos no tienen conocimiento de la existencia de diferentes
grados de sordera que, lógicamente, tienen diferentes repercusiones en el
lenguaje y en la comunicación. Además, la sordera no supone llevar asociada la
mudez.
El
término sordomudo debería excluirse como una forma de referirse a la sordera, y
la imagen de una persona sorda que no es capaz de articular palabra debería
borrarse de nuestra mente porque la sordera no supone incapacidad para la
adquisición del lenguaje.
En
primer lugar, consideramos la necesidad de hacer una distinción entre el
término sordo e hipoacúsico. Se denomina terminológicamente como sordo a
aquella "persona cuya audición residual imposibilita la comprensión de la
palabra por vía auditiva exclusivamente, con o sin ayuda de prótesis
auditivas". Y se establece el término hipoacúsico para "aquellas
personas cuya audición residual hace difícil pero no imposible, la comprensión
de la palabra por vía auditiva exclusivamente, con o sin ayuda de prótesis
auditivas, teniendo formación básica del lenguaje interior".
CAUSAS DE LA SORDERA
Los factores que
pueden haber producido una sordera son múltiples y las implicaciones que éstos
pueden tener para el desarrollo del sujeto son diferentes. La etiología o causa
de la sordera es un factor importante en relación con la pérdida auditiva, con
posibles trastornos asociados, con la reacción emocional de los padres y,
posiblemente, con el desarrollo emocional.
Las dos grandes causas de la sordera pueden ser los factores genéticos
(hereditarios) o factores ambientales; aunque debemos señalar, que en un tercio
de las personas sordas, el origen de su sordera no ha podido ser diagnosticado.
Causas genéticas. Estas causas son
de carácter hereditario, y suponen la aparición de la sordera desde el mismo
momento del nacimiento o bien el desarrollo de la misma de forma progresiva.
Causas ambientales. Son factores que
actúan sobre la persona y tienen como resultado la aparición de la pérdida
auditiva; estos factores pueden aparecer antes, durante o después del
nacimiento. Las deficiencias auditivas de transmisión suelen tener una causa
etiológica más sencilla de diagnosticar. Los orígenes de esta pérdida auditiva
son tres: las malformaciones congénitas, las causas genéticas y las otitis.
Generalmente, esta clase de sordera se adquiere a consecuencia de obstrucciones
tubáricas y otitis de diversos tipos. Otras de las causas son los tumores, la
otosclerosis y las perforaciones timpánicas.
Las sorderas
neurosensoriales pueden deberse a causas genéticas y procesos infecciosos (pre
y postnatales), fármacos, prematuriedad, incompatibilidad Rh, anoxia neonatal y
traumatismos. El agravamiento de una deficiencia auditiva de tipo
neurosensorial por un componente de transmisión o viceversa, puede dar lugar a
una sordera mixta.
Ahora bien, siempre hemos de considerar que de un 20 a un 30 % de las pérdidas
auditivas tienen un origen desconocido.
Las causas que pueden originar una deficiencia
auditiva son múltiples. Pero las más importantes son las siguientes:
· Aplasias.- Son anomalías
producidas durante el crecimiento embrionario. La perdida máxima no supera los
60 dB. Las principales causas son la ausencia de pabellón auditivo, la
deformación de éste o del conducto auditivo, o la inexistencia de tímpano.
· Obstrucción del
canal auditivo o tubárico.- Está causada por tapones de cera, o por la
obstrucción de la trompa de Eustaquio en el caso de la tubárica. La perdida
máxima está entre los 35 y 55 dB.
· Traumatismos.- Las causas
fundamentales son una descompresión brusca, una onda expansiva o un fuerte
ruido.
· Intoxicación
medicamentosa.- Es una sordera neurosensorial. Se produce una pérdida auditiva en
función de la dosis y duración del tratamiento.
· Sordera por
infecciones generales.- También es neurosensorial, y puede ser a causa
de rubéola (prenatal), gripe, meningitis, etc. (postnatal).
· Sorderas genéticas.- Está causada por
una alteración cromosómica que uno de los padres aporta al niño en los
cromosomas.
CLASIFICACIÓN DE LAS SORDERAS
Clasificación 1:
Sorderas de conducción. Están motivadas
por alteraciones a nivel del conducto auditivo externo, tímpano, caja o trompa
de Eustaquio. La causa más frecuente de este tipo de sordera es la
otosclerosis, de naturaleza todavía no bien esclarecida y que evoluciona
progresivamente, aunque no de forma regular. Primero se afectan los tonos
graves y medios, y más tarde los agudos. Es frecuente que se acompañe de
acufenos y algún vértigo fugaz. La fase final consiste en la anquilosis de los
huesecillos. Con frecuencia se observa la llamada paradoja de Willis, es decir,
mejor audición en los medios ruidosos, ya sea porque los huesecillos vibran por
trepidaci6n del ambiente, ya sea porque todas las personas, instintivamente,
levantan la voz y ésta se compone de tonos más altos. Su tratamiento es difícil
porque se desconoce la causa, aunque la cirugía otológica consigue curar ya una
buena proporci6n de estos casos. Son útiles en estas sorderas los audífonos que
amplifican el sonido y permiten oír mejor.
Sorderas de percepción. Son básicamente
las que proceden de afecciones del laberinto, entre las cuales figuran los
traumatismos que inciden en el oído medio interno y las lesiones degenerativas
codeares, que pueden ser debidas a tóxicos (alcohol, tabaco, salicilatos,
quinina, etc.) o toxinas (gripe, fiebre tifoidea, etc.) o bien constitucionales.
Otro tipo de sordera de percepción es la profesional, que se presenta en
determinadas ocupaciones (caldereros, obreros que, trabajan con sierras
mecánicas o taladradoras, etc.). En este caso tiene lugar la degeneración del
órgano de Corti, la localización de la cual depende de la altura del sonido (en
la base del caracol para los sonidos agudos y el vértice para los graves). La
zona afectada puede determinarse practicando un audiograma. Las parotiditis son
otra causa de sordera definitiva por afectación del laberinto codear. También
la otitis escarlatinosa, la meningitis cerebroespinal y el herpe Zoster pueden
dejar una sordera permanente para los tonos agudos.
Sordera congénita. Forma parte de un
complejo heredodegenerativo en familias con taras somáticas, uniones
consanguíneas, cretinismo, etc. También puede presentarse en familias normales
o como consecuencia de la rubéola durante el embarazo. En estos casos es
habitual la sordomudez, originada no por falta de habla, sino por la ausencia
de educación del lenguaje, sin que existan lesiones centrales ni periféricas en
ese sentido. Cuando no hay posibilidad de tratamiento de este tipo de
sordomudez congénita, lo más recomendable es que el niño sea sometido a
tratamiento psicológico para averiguar su grado de inteligencia y procurar que
su educación sea realizada por maestros especializados en sordomudos,
aprovechando al máximo los posibles restos de audición y enseñando a leer con
los labios a fin de interpretar las palabras por el movimiento de aquéllos.
Como medida profiláctica hay que desaconsejar la unión entre consanguíneos y
tarados, así como tratar lo antes y lo mejor posible las infecciones que
afectan al oído en la primera infancia. La enseñanza de los sordomudos debe
comenzar entre los 4 y los 6 anos. Lo más importante para el porvenir del
sordomudo es que la mayoría (60 %) tienen restos auditivos, ya sea en los
límites del audiograma, ya sea en forma de islotes apreciables con el
audiómetro y los resonadores de Urbantschitsch.
CLASIFICACIÓN 2: Según el lugar de la lesión: La sordera puede
ser:
Conductiva
o de transmisión. La lesión estaría
en el oído medio o externo. Toda condición que afecte a la
progresión del sonido hacia el oído interno. Es debido a obstrucciones
mecánicas en el oído externo o medio. La función neurosensorial está intacta.
Con frecuencia irreversibles: tratados de forma mecánica o/y quirúrgica.
Pérdida máximas de 60 Db.
· Perceptiva o
neurosensorial. Asociadas
a problemas en las estructuras del oído interno o en las vías de acceso al
cerebro.
· Mixta. Puede haber lesión
en el oído medio o interno. Sordera neurosensorial y sordera conductiva.
· Central. Se produce por una
malformación o disfunción en las vías auditivas.
CLASIFICACIÓN 3: Según la naturaleza. Alrededor
de un 36% de los casos son de causa desconocida, el resto pueden ser una causa:
- Genética:
Es la sordera congénita que supone el 50% de los casos. Causada
por la alteración de un gen
- Prenatal:
Originada durante el embarazo por enfermedades como la rubéola. Fetopatías
(hemorragias).
- Perinatal:
Prematuridad. Anoxia. Trauma obstétrico (en el momento de la expulsión)
- Postnatal:
Infecciones (meningitis, otitis). Tóxicos exógenos (antibióticos).
Afecciones metabólicas (hipotiroidismo, diabetes y ciertas alteraciones
proteicas)
- Adquirida durante la infancia:
Originada por traumatismos, infecciones, etc.
Sordera
de transmisión: La calidad de recepción de la
palabra es deficiente. Es la más frecuente.
Lesiones del oído externo.
- Malformaciones.
- Estenosis
del conducto.
- Infección
del conducto.
- Lesiones
obstructivas.
Lesiones del oído medio.
- Obstrucción
tubárica.
- Otitis
medias y sus secuelas.
- Tumores.
- Malformaciones
de los huesecillos.
Lesiones de la cápsula ótica.
- Infecciones
como la sífilis.
Distrofias
del oído como la otosclerosis
Sordera
de percepción: La deficiencia auditiva afecta
a la percepción de las palabras. Las dificultades de aprendizaje fonético son
considerables. Este tipo de sordera aparece aislada o asociada a la sordera de
identificación.
Lesiones del oído interno.
- Malformaciones.
- Intoxicaciones
medicamentosas.
- Infecciones.
- De
vecindad como la otitis media.
- Primarias
como la laberintitis.
- Víricas
como la parotiditis, virus neurotropos, etc.
- Alteraciones
vasculotensionales del laberinto como la enfermedad de Ménière.
- Traumatismos.
- Tumores.
- Herencia
como la presbiacusia.
Lesiones retrolaberínticas o radiculares.
- Infecciones
como la meningitis o secuelas peripetrosas de otitis.
- Víricas.
- Neuríticas.
- Tumorales
como el neurinoma del acústico.
Lesiones
centrales bulbares bajas, pues las lesiones altas no determinan sordera
Sordera
de identificación: La comprensión de
conceptos es muy difícil debido a la mala recepción y percepción de las
palabras. Se produce una alteración de la simbolización de origen central.
Puede existir aisladamente pero es frecuente en la sordera de percepción.
CLASIFICACIÓN 4:
según la intensidad.
Debemos distinguir entre sordera y déficit
auditivo definido por los decibelios percibidos.
- Sordera total:
déficit superior a 85 decibelios.
- Sordera profunda:
déficit de 60 a 85 decibelios.
- Sordera ligera: déficit
de 40 a 60 decibelios.
- Mala audición:
déficit inferior a 40 decibelios.
En estos dos últimos
puntos es posible la adquisición del lenguaje aunque con problemas de
articulación o pronunciación.
Normoaudición
El umbral de audición tonal no sobrepasa los 20 dB en la gama de frecuencias
conversacionales. Ésta es la intensidad que percibe un oído que no sufre ningún
tipo de pérdida auditiva.
Hipoacusia leve
Este tipo de pérdida puede hacer más difícil la comunicación, especialmente en
ambientes ruidosos, pero no impiden un desarrollo lingüístico normal, es decir,
no produce alteraciones significativas en la adquisición y desarrollo del
lenguaje. El grado de pérdida se encuentra entre los umbrales de 20 y 40 dB.
Hipoacusia media
La pérdida auditiva se sitúa entre 40 y 70 dB. El niño tendrá problemas para la
adquisición del lenguaje, por lo que es necesaria la adaptación de una
prótesis, así como la intervención logopédica. Pero ha de tenerse en cuenta
que, por norma general, podrán adquirir el lenguaje por vía auditiva.
Hipoacusia severa
La pérdida auditiva se sitúa entre 70 y 90 dB. Esta pérdida supones importantes
problemas para la comunicación hablada y para la adquisición del lenguaje oral.
La voz no se oye, a no ser que ésta sea emitida a intensidades muy elevadas.
Las personas con este grado de sordera necesitan el apoyo de la lectura labial,
y para ellas, es imprescindible el uso de audífono y el apoyo logopédico para
el desarrollo del lenguaje.
Hipoacusia profunda
La pérdida auditiva supera los 90 dB. Esta pérdida provoca alteraciones
importantes en el desarrollo global del niño; afecta a las funciones de alerta
y orientación, a la estructuración espacio-temporal y al desarrollo intelectual
y del niño. Será imprescindible el uso de audífonos o implante coclear, una enseñanza
intencional y sistemática del lenguaje.
Cofosis
La cofosis supone la pérdida total de la audición. Supone la ausencia de restos
auditivos se sitúa por encima de los 120 dB, aunque en muchas ocasiones una
pérdida superior a los 100 dB. Implica una auténtica cofosis funcional. Sin
embargo, la pérdida total de audición es poco frecuente.
CLASIFICACIÓN
5: MOMENTO DE ADQUISICIÓN
Prelocutiva
Se denomina sordera prelocutiva a aquella que ha sido adquirida antes de los
tres años de edad, aunque en muchas ocasiones sería más correcto hacer esta
clasificación atendiendo al nivel de desarrollo lingüístico alcanzado.
Perilocutiva
Si la discapacidad sobrevino mientras se adquiría el
lenguaje oral (2-3 años).
Postlocutiva
Esta denominación se utiliza para designar aquellas sorderas que se adquieren
entre los tres y los cuatro años, o más concretamente, cuando ya se haya
desarrollado el lenguaje.
DESARROLLO DE LA COMUNICACIÓN EN EL NIÑO SORDO
Los primeros años de
la vida de un niño son los más decisivos. El problema que puede llegar a tener
un hijo sordo está condicionado por el nivel de lenguaje en el momento de
aparición de la sordera. Es diferente el desarrollo de un niño con el lenguaje
oral y/o escrito adquirido que un niño que es sordo desde el nacimiento.
Distinguiremos, pues, los niños con sordera congénita y los de sordera
adquirida.
- Los primeros son niños con una
gran dificultad de comunicación con el exterior ya que carecen de
lenguaje. Éstos tienen más dificultades para relacionarse con los demás e
interactuar con el medio. Cuanto más intensa sea la sordera mayor
probabilidad de que haya mudez. A pesar de esta deficiencia, el niño sordo
estimulado correctamente desarrolla un nivel de inteligencia normal.
- Los trastornos de la sordera
adquirida varían en función de si ha aparecido antes de aprender a hablar
y/o escribir o después. Si no hay lenguaje, la situación es parecida a los
niños con sordera congénita. Si hay lenguaje en el momento de la aparición
de la sordera, la dificultad para el desarrollo es menor.
Por todo ello, el
diagnóstico precoz y la aplicación de un tratamiento adecuado son decisivos: la
estimulación temprana, la utilización de prótesis (audífonos), la reeducación
(aprendizaje de lenguaje por signos, lectura labial) y el tratamiento
médico-quirúrgico (implantación de prótesis, intervenciones quirúrgicas,
medicación…) siempre y cuando el equipo médico lo considere necesario.
La estimulación del niño con
deficiencia auditiva deberá potenciar sus posibilidades de relación, comunicación
y desarrollo global. En un principio, se trabajarán las capacidades
sensoriomotrices: visual, táctil y en
algunas ocasiones, auditivo. Para ello debemos utilizar todo lo que pueda
llamar su atención. Por ejemplo, acompañando los estímulos auditivos de
vibraciones percibidas por el tacto - un molinillo de café, la lavadora, la voz
grave de papá, la aspiradora.
Respecto al lenguaje, siempre que hable con su hijo deben hacerlo de cara permitiéndole que pueda leer
sus labios. La lectura labial facilita la comunicación.
Los padres deben evitar las conductas de sobreprotección y de rechazo y por
encima de todo hablar, cantar, jugar con sus hijos… y, en la medida de lo
posible, sin pensar "no me oye". Debemos considerar que aquello que
afecta al niño con deficiencia auditiva no siempre es una cuestión de volumen
sino más bien de calidad del sonido. Cuanto más grave es la sordera más
frecuentes son los trastornos de personalidad y de desarrollo afectivo.
El niño sordo suele ser más
indisciplinado que los demás. A menudo no controla sus reacciones. Da muestras
de cólera, agresividad o melancolía cuando se le lleva la contraria. Al
enfrentarse a situaciones que no siempre puede dominar, el niño sordo reacciona
a la defensiva, huye, se esconde y se aísla de un entorno que le es
desagradable o dañino. La privación de comunicación y sus limitaciones en
general, son percibidas por el niño como una fuente de frustración. Debido a su
déficit, no entiende -como podría hacerlo un niño normal- las órdenes que se le
dan en casa o en la escuela. Todos estos aspectos influyen sobre su
personalidad y hay que tenerlos en cuenta a la hora de tratar sus conductas
inapropiadas.
Los padres necesitarán ayuda y mucha dedicación para educar a un hijo con un
trastorno auditivo y siempre deben evitar poner en segundo lugar a los otros
miembros de la familia, especialmente a los hermanos. La paciencia, la
constancia y la actitud positiva son imprescindibles para que la convivencia
familiar se desarrolle dentro de unos límites de normalidad y se cree un
ambiente emocionalmente estable en el que el niño pueda crecer
equilibradamente.
SIGNOS DE ALARMA DE POSIBLE SORDERA EN EL NIÑO
De 0 a 3 meses
§No reacciona a los ruidos ni a la voz.
§No emite sonidos guturales ni hace vocalizaciones
prolongadas para llamar la atención.
De 3 a 6 meses
§No gira la cabeza hacia el sonido.
§No responde a la voz, ni balbucea.
De 6 a 9 meses
§No vocaliza cuando juega ni tampoco para llamar la
atención.
§No emite sílabas.
§No atiende a su nombre.
§No responde con gestos cuando se le dice
"adiós".
De 9 a 12 meses
§No comprende la prohibición.
§No responde a "dame" si no se le indica el
gesto.
§No dice ni reconoce cuando se le nombran a
"papá" y "mamá".
De 12 a 18 meses
§No señala ni nombra objetos ni personas de la familia.
§No entiende órdenes sencillas.
§No responde de diferente forma a distintos sonidos.
De 18 a 24 meses
§No entiende una orden sencilla.
§No dice frases de dos palabras.
§No sabe su nombre.
§No identifica las partes de su cuerpo.
A los 3 años
§No contesta a preguntas sencillas.
§No repite frases.
§No se le entiende lo que dice.
A los 4 años
§No puede mantener una conversación sencilla.
§Es un niño con una atención dispersa que se retrasa en
sus aprendizajes escolares.
En general, si es un niño que tiene poco lenguaje o
evoluciona lentamente para su edad. También si tiene frecuentes catarros u
otitis, será conveniente consultar con su médico.
En
un niño sordo, la evolución de los primeros meses es totalmente
igual que la de los otros niños en todos los dominios no afectados por el
déficit auditivo.
Los órganos de fonación son normales, aptos
para funcionar, pero no se entrenan espontáneamente como en el bebé oyente que
vocaliza e intenta reproducir los sonidos jugando e imitando.
La
falta de la retroalimentación auditiva
en el niño sordo producirán
alteraciones en el niño que llegaran a ser el rasgo más llamativo de su forma
de hablar para las persona que no están acostumbradas a oírlas.
Características :
Si
la intervención se inicia después de los 2 años
incluso si ya no existe voz natural, el balbuceo espontáneo de los
primeros meses ha desaparecido y solo
quedan gritos, la voz del niño sordo será demasiado aguda o demasiado grave.
• Sera
demasiado gutural.
• Nasal
o atonal según exista escasez o exceso de tensión muscular.
• En
la mayoría de los casos no hay
entonación expresiva ni acentuación.
• El
ritmo y las pausas se ven alteradas.
• La
velocidad de emisión muy lenta.
• Cada
fonema requerirá de un aprendizaje muy
largo.
• Las
alteraciones por exceso o escasez de tensión
originan problemas de nasalización, sonorización, cambios en el punto de
articulación.
• En
el caso de los niños sordos el trabajo
de voz debe ser intensiva durante los primeros años y de mantenimiento constante durante toda la
escolaridad para tener una mejor
integración social.
El
lenguaje en el caso del deficiente auditivo, está alterado:
•
Respiración: Es irregular,
aparentemente atáxica. Debemos observar si existe descoordinación de
movimientos entre el tórax y el abdomen.
•
Voz: Desarrolla cuatro tipos de voz:
•
Voz de falsete que es demasiado aguda
y con excesiva resonancia.
•
Voz chillona, átona hueca y con
frecuentes notas falsas.
•
Voz de pecho, grave y ronca.
•
Voz nasalizada, con excesivo uso de la
resonancia nasal.
•
Articulación, son muy frecuentes las
dislalias audiógenas. Se observan sustituciones de un fonema por otro.
•
Entonación y ritmo del habla. Se debe
evaluar si hay alteraciones rítmicas o de entonación.
•
Léxico: Hay que comprobar si el nivel
de vocabulario es normal a su edad.
•
Estructuración sintáctica: Se debe
evaluar las estructuras adquiridas y si existen incorrecciones morfológicas.
Es
importante averiguar si el niño ha recibido estimulación precoz, adiestramiento
auditivo, etc.
Además
de las evaluaciones anteriores, puede ser interesante realizar un examen médico
para evaluar el estado neurológico, realizar radiografías del oído, estudiar el
cariotipo, si se sospecha de alguna anomalía genética, etc
El niño sordo, en general, tienen una
secuencia evolutiva similar a la del oyente, es decir, pasa por las mismas
etapas en su desarrollo cognitivo que el niño oyente, aunque se observa un
mayor retraso en la adquisición de algunas nociones.
Las
investigaciones que estudian la inteligencias sensoriomotora en el niño sordo
son muy escasas, debido a la dificultad para realizar un diagnóstico precoz en
los primeros meses de vida. No obstante, los resultados encontrados muestran
que el niño sordo progresa normalmente a través de este período y no se observa
ningún tipo de retraso en relación con el oyente, sa1vo en la imitación vocal (www.wikipedia.org).
Período
preoperatorio.
Se estudia fundamentalmente el juego
simbólico. Éste se desarrolla con más retraso y limitaciones en el sordo que en
el oyente, como consecuencia de su déficit lingüístico, social y experiencial.
El niño sordo tiene dificultades tanto en
su planificación como para traducir el lenguaje a la acción.
Operaciones
concretas.
Ha sido una de las más estudiadas. La
conclusión que parece confirmarse en todos los estudios es que la secuencia de
adquisición de los distintos conceptos, en esta etapa, es la misma en los
sordos que en los oyentes, la duda que se plantea es si los niños sordos tardan
más en adquirirlos. En tareas de clasificación, los resultados de Best muestran
una mayor competencia de los oyentes frente a los sordos, seguidos de los
sordos con mayor nivel de lenguaje oral y signado; también observó, que en
todos los grupos, los niños pasaban por las mismas etapas y utilizaban las
mismas estrategias para alcanzar el resultado pedido. Al estudiar la noción de
conservación, todas las investigaciones encontraron un retraso en la
adquisición de la misma, aunque se dieron discrepancias en cuanto a la amplitud
de dicho retraso (FURTH dice que hay un retraso de 2 años con respecto a los
oyentes, mientras que OLERON observa 6 años de desnivel). Las razones de esta
discrepancia son debidas al procedimiento experimental utilizado y al diferente
nivel lingüístico, cognitivo y educativo de los sujetos sordos estudiados.
Período operativo
formal.
Piaget sostiene que el lenguaje tiene un
papel fundamental, por ello, los adolescentes sordos deberían presentar un
mayor retraso en éste período o incluso que no ser capaces de alcanzar lo
debido a sus deficiencias lingüísticas. Sin embargo, esto no es tan sencillo,
por varias razones, porque los sujetos sordos al llegar a la adolescencia ya
poseen un cierto nivel lingüístico, bien en lenguaje oral o signado, lo que les
permite acceder a este período y, también, porque las instrucciones de
ejecución de las pruebas de inteligencia son, generalmente, verbales lo que
contamina los resultados obtenidos.
Debemos de tener en cuenta que a la hora de
evaluar las habilidades intelectuales en el sujeto sordo, hay que conseguir que
los resultados no se encuentren influenciados por el nivel de competencia
lingüística del sujeto. La forma tradicional de evaluar la inteligencia ha sido
por medio de tests estandarizados, la escala más utilizada es la escala
Wechsler, observándose, al evaluar la inteligencia mediante la misma, que los
niños sordos están en desventaja en comparación con los oyentes. Esto es debido
fundamentalmente, a que el evaluador no conoce el lenguaje de signos y evalúa
mediante pruebas no verbales, explicando las instrucciones por medio de la
mímica, en estos casos:
·
La información que se transmite por vía
mímica (por gestos mímicos) es menor que la que se percibe a través de la vía
auditiva-verbal.
·
Las instrucciones mímicas pueden suponer un
grave problema, ya que si los niños conocen el lenguaje de signos, pueden
interpretar dichos gestos mímicos como gestos codificados.
A modo de conclusión, se puede afirmar que
se acepta la idea de que la pérdida auditiva y sus efectos asociados en el área
del lenguaje tienden a limitar los logros de pensamiento del niño con déficit
auditivo (Myklebust, 1964; Meadow, 1975), el retraso cognitivo parece estar
relacionado con la severidad de la pérdida auditiva. No obstante, sería
equivocado concluir que los niños con déficit auditivo son "menos
inteligentes" que los niños normo-oyentes, ya que los sordos forman un
grupo muy heterogéneo y es muy difícil generalizar los resultados. Además, tal
como ya ha señalado Furth, el lenguaje influye pero no es directamente
responsable del éxito o fracaso a la hora de resolver las tareas intelectuales,
ya que, también, deben considerarse otros factores tales como las deficiencias
experienciales, sociales, interactivas, etc. que ocurren a lo largo del
desarrollo de algunos niños sordos. El desarrollo cognitivo del niño no va a
estar sólo en función de su nivel de lenguaje sino también de sus intercambios
con el medio y de la riqueza de experiencias cotidianas.
No es posible
referirse al niño sordo como aquel que tiene unas características que son
similares al resto de niños sordos. Entre éstos existen muchas diferencias, por
varios motivos:
1-
Los niños pueden quedarse sordos a diferentes edades; así, los niños cuya
pérdida auditiva se produce pasados los tres años tienen ya un lenguaje oral
que les permite desarrollar mejor la comunicación, mientras que los niños
sordos desde el primer año de vida deben aprender un lenguaje que nunca han
oído.
2-
Hay algunos niños que han perdido la audición de manera casi completa, mientras
otros conservan restos que les ayudan a entender en parte el lenguaje oral y a
utilizarlo ellos mismos con mayor corrección.
3-
Las características del niño sordo dependen en muchos casos de la actitud que
los padres adoptan ante el problema; no será idéntico un niño que ha sido
sobreprotegido por su familia, impidiéndole así un adecuado desarrollo, que
otro que es educado en un ambiente que procura estimular su autonomía, la
relación con otros niños, etc. También parecen existir diferencias si los
padres son sordos u oyentes, pues los padres sordos aceptan, por lo general,
con mayor facilidad el problema, comprenden mejor al niño y, además, al conocer
ya el lenguaje de signos son capaces de una mayor comunicación con ellos, lo
que supondrá que se desarrollen con mayor rapidez que los niños sordos de
padres oyentes.
4-
Estas son algunas de las razones que hacen que, al referirnos a las
características básicas de los niños sordos, tengamos en cuenta que pueden
existir grandes diferencias entre ellos.
La característica
básica más importante del niño sordo tiene que ver con el desarrollo del
lenguaje oral. Así, las vocalizaciones tempranas del niño sordo son muy
semejantes a las de los niños oyentes hasta los 4-5 meses, pero desaparecen
progresivamente a partir de esa fecha. En general, se puede afirmar que la
adquisición y desarrollo del lenguaje oral de los niños sordos es lenta, se
produce con grandes dificultades y presenta numerosas incorrecciones y
confusiones. Lógicamente, estas dificultades dependen del grado de pérdida
auditiva.
A
la distancia de un metro, la voz normalmente tiene una intensidad de 55 a 60
decibelios, de modo que si la sordera, en el mejor oído, es de 60 decibelios,
en esas frecuencias la persona tendrá frecuentes problemas para entender el
lenguaje. Si la pérdida es entre 70 y 90 decibelios, el niño podrá, con
dificultades, entender el habla a gritos o muy amplificada. Con una pérdida de
más de 90 decibelios, el niño no entenderá el habla ni amplificándola.